Por: Enzio
Provenzano.
Recorriendo el pueblo bajo un brillante sol junto a la seca brisa, y
rodeado de grises y claros marrones materializados en bloques de adobes.
Representan vestigios antiguos y casas con historias, tunas y contrastes de
verdosos cujies. Algo que no se ve en ciudades que dicen llamarse
civilizaciones. La bondad del pecayero, la hospitalidad; ofrecer sus casas como
refugios, dispuestos a conversar abiertamente sobre las tradiciones que los
caracteriza. La expresión humana al comentar “¡desayunaron, o almorzaron! “ .
Entonces no pudo faltar salir de la cocina un chivo asado con huevos criollos,
caraotas, natilla, y arepa pelada. Durante la semana puede variar el menú carne
o pollo, pero religión son las caraotas todos los lunes, y el domingo mondongo
de chivo.
Los jóvenes muchachos que vienen de diferentes sitios del país a
vacacionar, visitan y comparten con la familia, y las novias. Mientras otros se
recrean desde la mañana hasta la tarde en el balneario que se hizo junto al río.
Algunos regresan en grupo acompañados por el cocuy.
La tarde va cambiando y la brisa permanente comienza su frescura en la
entrada de la noche, la tranquilidad ronda por las calles de pecaya, algunos
llegan a la plaza, y comparten el cocuy que no puede faltar.
Ya en la noche dentro de una casa de adobe con puertas y ventanas de
madera, techo de barro y fibras de maguey trabajadas por manos pecayeras el
calor alberga en las familias, y caminar al patio central; solo queda mirar
hacia arriba para contemplar un cielo estrellado y dormir feliz, hasta esperar
la madruga para ir con el burro camino a la montaña. Camino que el cuadrúpedo
sabe de memoria cuando en ocasiones algunos amos se pierden en la noche. Por
otra ruta en la madrugada unos toman la escardilla, la pala, el pico, la
carretilla, y la adobera de madera o de lata, se trasladan hacia el terreno.
Entonces escardillan el barro y amasando con los pies se hace el poso lleno con
agua la textura comienza y llega de manos a la adobera. Para dar forma al
ancestral bloque de adobe.
De igual manera la faena continua; y Pecaya sigue
entregando esencias de bondades con los moradores que arrean los chivos desde
las 7 de la mañana. San Juan bautista, y la semana mayor levantan momentos de
alegría cuando regresan muchos que están lejos, y el encuentro familiar
fraterno, los muchachos vuelan papagayos carreras de sacos, trompos de vera
hechos por los viejos, metras, también; los viejos se sientan a jugar domino,
la batalla mística de palos, y el deleite de carreras de burros.
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