lunes, 15 de diciembre de 2008

Dra. Honoris Causa, Olga Camacho:



"Yo llevé el tambor a la alta sociedad"

Por: Joel Chirinos
-¡Ay, esa Muchacha me bailaba en la barriga!-, decía Doña Carmen Chirino, mientras escuchaba, en esos predios del barrio La Guinea, los polirítmicos golpes del tambor, reflejando la influencia africana heredada por la historia; en tanto, el joven bohemio Agustín Camacho, con su guitarra a cuesta, llevaba serenatas a las muchachas lugareñas.

Así, entre los tambores de los negros corianos, llega al mundo Olga Camacho, un 30 de Mayo de 1928, para convertirse en toda una leyenda y para dedicar su vida al baile y al canto de nuestro género musical el Tambor Coriano.

“Mi mamá era domestica y cantaba boleros. Yo canté muchos boleros en Radio Coro, que mi madre me enseñó”. Narra Olga, recordando aquellos años 40, cuando actuaba como artista de planta en un programa de “la mensajera espiritual del pueblo falconiano”.

Transcurría la década de los 40, en Coro, la gaita zuliana tomaba un auge impresionante, y los tambores de los negros, sólo se escuchaban relegados en los rincones de los barrios. Sencillamente, la alta sociedad coriana no quería el tambor, por ser un "espectáculo que ofende la moral", (según consta en actas públicas de la época). No obstante, en 1946, en ocasión de la semana de Coro, en sus 419 años, en el distinguido Club Bolívar se realizaba una fiesta donde la reconocida orquesta Billos Caracas Boys, ofrecía su repertorio musical. Mientras tanto, en las afueras de la Tertulia, Miguel Lugo le decía a Olga:

-¡no comadre Olga, nos van a sacar como sacaban a María Chiquitín!-.
-¡No nos van a sacar porque el tambor es lo propio de aquí, es la herencia de los esclavos¡-, respondía Olga, decidida a introducir el tambor en la alta alcurnia.

“Entonces entramos, -relata Olga-, y comenzamos a tocar. Las mujeres pusieron muecas en sus caras y los hombres estaban “empartolados”. Entre ellos se encontraba Don Roger Leyba. Se quitaron el saco y bailaron el tambor Coriano, en ese instante, la clase alta coriana bailó tambor coriano por primera vez”.

A sus 80 años de edad, Olga Camacho con su grupo “La Camachera”, sigue trabajando arduamente en pro del tambor coriano y su difusión por todo el país y el extranjero, hecho que le ha valido para hacerse merecedora de muchos homenajes; de ser declarada, por el gobernador Jesús Montilla, Patrimonio Cultural Viviente del estado Falcón; de recibir, por parte de la Universidad Nacional Experimental “Francisco de Miranda”, el Doctorado “Honoris Causa”; aunque afirma, que el más apreciado de los méritos, es y será siempre, ese tambor, el cual es la causa de su vida, y la querencia de un pueblo maravilloso, que está muy bien correspondido con mucho ¡Sabor!.

Tambor Coriano, un poco de historia
Oscar Beaujon, señala en su libro: Historia del Estado Falcón, que en 1529, llegaron con Ambrosio Alfinger, los primeros negros esclavos arrancados de Nueva Guinea. También apunta, que “muchos negros llegaron de Curazao, atravesando el Caribe en Canoas y se radicaban en Coro, en un barrio llamado “Los Ranchos” o Barrio de los negros de Guinea”, que con el tiempo tomaría el nombre de “La Guinea”.

Estos negros, llamados Loangos o Minas, trajeron consigo todo un acervo cultural propio, entre ellos el Tambú, con el cual expresaban el dolor y la frustración por la vida miserable que llevaban. En esta tradición, los instrumentos básicos que se empleaban eran: el tambú (tambor), kachu (cuerno de vaca), agan (trozo de hierro o pieza de arado) y chapi (azada).

Olga Camacho, afirma que en el barrio La Guinea, Don Camilo Pirona ejecutaba el tambor con la cadencia legada por los esclavos, manteniendo viva esta herencia. A la par, en el Barrio Curazaito, se dejaba escuchar también, el cadencioso golpe afrodescendiente, ejecutado por Victoriano Gutiérrez, quien, a diferencia de Pirona, lo sacaba a las calles de este arrabal, en donde lo bailaba María Chiquitín.

De la misma manera, el investigador José Millet, asienta que los vecinos del barrio Curazaíto y sectores aledaños, entre ellos: José Morillo, Changó Stekman, Panchón Faneite, Hermenegildo Riera, Juan Ramón Piquito, “El Chino” Abraham Padilla, Jacobo “El Chuco” Valdés, “Chucho Cabeza”, Teófilo Tizo Faneite, Lino Palmora, Goyo Tabareco y muchas otras familias de origen curazoleño, por mucho tiempo, mantuvieron viva la tradición, tocando el Tambú y dejando una huella en la memoria colectiva de los corianos. También dice, que “entre los repicadores del tambor han sido salvados del olvido los nombres de María, Jacobo Arion, Francisco Polo, el Negro Yulio, la Negra Katriche, Miguel Lugo, a quien se le reconoce como el introductor de los “diez sones”, y José “Joche” Estévez, actual percusionista de La Camachera”.

Hoy día, el tambor coriano forma parte de la diversidad musical falconiana. Se caracteriza por la percusión del tambor, “al compás de la música que lleva como guía el cuatro, tomando en cuenta la melodía y el acompasamiento de la letra musical que interpreta el solista y la armonía del coro de voces”. Los golpes tradicionales de este género son: “El golpe seco”, “repique” y “quiebre”. Los instrumentos que se utilizan son: el cuatro, tambor, furro (incorporado por influencia de la gaita), y güiro (que remplazó el trozo de hierro triangular o pieza de arado).

María Chiquitín
Allá en la esquina del Club Bolívar
Chiquitín se confundía, con la alta sociedad

-Entona Olga en su canto-, y cuenta: “María Chiquitín llega a Coro en épocas no precisas, donde ya existía el tambor, traída por una señora llamada Norberta Acosta, para que le ayudara en la elaboración de dulces. Pero al escuchar el tambor, María, a quien en el barrio le colocan el seudónimo de “Chiquitín”, no trabajó, sino que se apegó a Victoriano Gutiérrez, y desde entonces, comienza a bailar este rítmico golpe, tal y como lo hacían en Curazao, por lo que el baile del Tambor Coriano se atribuye a esta mujer”.

Algunas fuentes refieren, que los día 30 de noviembre, Chiquitín era acompañada por la Negra Leonor, Carmen Yánez, Panchón Faneite, “Chinto” Marte y otros, para cantar y bailar, como signo de inicio de la navidad. Continuando en las fechas 24, 25 y 31 de diciembre, 2 y 6 de enero (día del comerciante y de los Reyes Magos respectivamente).

viernes, 17 de octubre de 2008

Pecaya: su ron y su gente



Por: Enzio Provenzano.
Recorriendo el pueblo bajo un brillante sol junto a la seca brisa, y rodeado de grises y claros marrones materializados en bloques de adobes. Representan vestigios antiguos y casas con historias, tunas y contrastes de verdosos cujies. Algo que no se ve en ciudades que dicen llamarse civilizaciones. La bondad del pecayero, la hospitalidad; ofrecer sus casas como refugios, dispuestos a conversar abiertamente sobre las tradiciones que los caracteriza. La expresión humana al comentar “¡desayunaron, o almorzaron! “ . Entonces no pudo faltar salir de la cocina un chivo asado con huevos criollos, caraotas, natilla, y arepa pelada. Durante la semana puede variar el menú carne o pollo, pero religión son las caraotas todos los lunes, y el domingo mondongo de chivo.

Los jóvenes muchachos que vienen de diferentes sitios del país a vacacionar, visitan y comparten con la familia, y las novias. Mientras otros se recrean desde la mañana hasta la tarde en el balneario que se hizo junto al río. Algunos regresan en grupo acompañados por el cocuy.

La tarde va cambiando y la brisa permanente comienza su frescura en la entrada de la noche, la tranquilidad ronda por las calles de pecaya, algunos llegan a la plaza, y comparten el cocuy que no puede faltar.

Ya en la noche dentro de una casa de adobe con puertas y ventanas de madera, techo de barro y fibras de maguey trabajadas por manos pecayeras el calor alberga en las familias, y caminar al patio central; solo queda mirar hacia arriba para contemplar un cielo estrellado y dormir feliz, hasta esperar la madruga para ir con el burro camino a la montaña. Camino que el cuadrúpedo sabe de memoria cuando en ocasiones algunos amos se pierden en la noche. Por otra ruta en la madrugada unos toman la escardilla, la pala, el pico, la carretilla, y la adobera de madera o de lata, se trasladan hacia el terreno. Entonces escardillan el barro y amasando con los pies se hace el poso lleno con agua la textura comienza y llega de manos a la adobera. Para dar forma al ancestral bloque de adobe.

De igual manera la faena continua; y Pecaya sigue entregando esencias de bondades con los moradores que arrean los chivos desde las 7 de la mañana. San Juan bautista, y la semana mayor levantan momentos de alegría cuando regresan muchos que están lejos, y el encuentro familiar fraterno, los muchachos vuelan papagayos carreras de sacos, trompos de vera hechos por los viejos, metras, también; los viejos se sientan a jugar domino, la batalla mística de palos, y el deleite de carreras de burros.











jueves, 9 de octubre de 2008

Pedregal, tierra mística




Por: Joel Chirinos
En un extenso valle ubicado al occidente del estado Falcón, en el mismo lugar donde predominó la tribu Ajagua antes de la llegada de los españoles, se encuentra Pedregal; donde la siembra de zábila, la ganadería caprina y el comercio son el sustento económico de sus pobladores.

Cuenta el músico José González, que su fundación data de 1570, cuando estos indios agricultores y pescadores, se asentaron en la zona cerca de los márgenes del río, porque consideraban que “donde hay agua hay vida”. Primeramente se llamó “Autaquire”, luego “Pueblo Viejo” y en la actualidad “Pedregal”. Su nombre se debe a las piedras ubicadas en el afluente.

Este pueblo ha sido cuna de músicos, compositores, poetas artistas plásticos, cultores y artesanos. Se puede hablar de los personajes populares de la zona, hoy ausentes físicamente, pero vivos en el legado del pueblo, como lo son: Doña Herminia “Mina” de Perozo, primera escribana, y el Señor Teófilo quien conformó la primera agrupación musical de la zona; y los que aún quedan: El Silbador Alquímenes, cargando agua y silbando por las Calles, Don Matilde Navarro, el más viejo del pueblo, y el popular “Zorro” Gutiérrez quien no recuerda su edad, pero sí su Pedregal de ayer.

Según el profesor Richard Hernández, quien se ha dedicado al trabajo investigativo en Pedregal, la población hace honor, todos los años, a su patrono San Nicolás de Tolentino, quien llegó con los misioneros extranjeros en época no precisa. Asimismo, Nuestra Señora del Carmen, es venerada todos los 16 de Julio, por todos los pedregaleros.

El pueblo y sus mitos
Este pueblo aún conserva su carácter pintoresco y sus viejas casas habitadas. Posee una fuerte temperatura en el día, pero las noches son bastante frescas, su suelo se hace fértil y productivo con el riego.

Muchas son las creencias, mitos e historias que hacen de Pedregal su identidad. Richard Hernández, contó que en la Cueva de Arribanache está el tesoro de Coro escondido; lo dejó allí Francisco Rodríguez del Toro, mejor conocido como el Marqués del Toro, en la retirada que dio fin a la campaña de Coro en 1810. También se habla de una bola de fuego y un torbellino que pasa todos los años. La gente de lugar también cree en la presencia de extraterrestres, dicen que cerca de las minas de carbón ven una luz que baja del cielo, hecho que arraiga esta creencia.

Doña María Josefa, nacida en Pecaya pero criada en Pedregal, desde que tenía dos años, habló sobre una mata muy antigua llamada “Isiro”, la cual estuvo ubicada en un conocido estanque viejo desde la época de los indios. El árbol era venerado por la muchedumbre, quienes grababan sus nombres en él y los hombres escribían piropos a las muchachas. Le decían "El Árbol del Amor". De esta mata sólo queda el recuerdo y un hijo que está sembrado en la plaza del pueblo.

Pastor Gómez, nos narró en una décima compuesta por Argenis Maldonado, los platos típicos pedregaleros. En un tono musical y acompañado por el cuatro de José González, Pastor mencionó la choriza bien caliente, la sopita de gallina, la mazamorra de maíz, los tamales, las ricas empanadas de Columba, el conejo guisado, la conserva de Josefina y aquel refresco de a locha que Don Napoleón hacía.





sábado, 4 de octubre de 2008

Don Juan Eleuterio Chirinos

Una tradición viviente de La Sierra falconiana



Por: Joel Chirinos
Sentado en su silla, mostrando una mirada que hablaba más que mil palabras, que fulguraba recuerdos de una juventud llena de arreos, de cantos, de amores, de luchas y de una vida recorrida, orgulloso de haber sembrado la semilla, que hoy día, está convertida en el frondoso árbol, cuyos frutos dan continuidad a una tradición folclórica, allí estaba esperando Don Juan Eleuterio Chirinos, mejor conocido como “Tello”.

Este cultor serrano, nació en San Hilario, un 17 de mayo de 1913, descendiente de Patricia Chirinos, dama proveniente de La Sibucara, una localidad ubicada al occidente falconiano, y criado por Leandro Carache, “un serrano como la urupagua”. A temprana edad, aprendió los rudimentarios trabajos del campo, fue un arriero, conuquero y vendedor de panela entregado en cuerpo y alma a su faena. “¡Caramba, en aquellos tiempo yo me venía en burro hasta Coro a vender panelas en donde llamaban El Chupulún!”, Recuerda con añoranza y luego carcajea.

En medio del labrantío y el arreo, Eleuterio, descubre su fascinación por la trova y el canto, es así como a la edad de 8 años, compone su primer romance dedicado a “la Virgen María, la Madre de Dios”. Desde entonces, es autor de innumerables salves, estribillos, romances, pavanas, pasacalles, merengues serranos y décimas, entre ellas, una dedicada a aquellos que les gusta pedir “fiao”, y que otros decimistas denominan “La Décima del Fiador”. A continuación un extracto de su letra:

Señol si me puede fial
un colte de pantalón
nueve varas de cretón
que sean de regulal
una camisa de gual
un mecate que sea grueso
cinco franelas de a peso
una espuela con correa
sin quitáseme la idea
de yo quedalme con eso

A sus 94 años, Eleuterio recuerda sus aventuras: “Nos juntábamos Hilario Miranda, Ramón Talavera, Perfecto Carache, Lupercio Colina, Agustín Medina, Teofilo Castro, y ¡otro que no me acuerdo carajo!, formábamos la parranda e íbamos de casa en casa, recorríamos Cabure, El Ramonal, San Hilario, Caritupe, el Cantón, Pueblo Aparte, y otros caseríos”.

Evoca, que en Pueblo Aparte, “cantaban en honor a La Cruz Grande, una tradición celebrada todos los 3 de mayo, donde entre siete o más personas, acompañados por el canto de una salve, tumbaban una cruz que medía aproximadamente unos 5 metros, adornada y calzada en un montón de piedras, esa cruz debía ser levantada nuevamente con el mismo ritual con que se tumbaba.

Salveros de San Hilario
“La Sierra le teme a la ira del Señor y se cuida mucho de incurrir en violaciones a las leyes divinas”, de allí que “La Salve” se convierte en cadencia predominante entonada en cabos de año, velorios de la cruz, fiestas patronales, navidad, y rosarios “cantaos”, ceremonias que denotan el condicionamiento familiar por ente espirituales católicos.

Don Eleuterio Chirinos y su hija María de los Santos, junto a Aurelio Rodríguez, Albonio José Chirino, Dionisio Sangronis, Víctor Castro, Luís Manuel Paz, Eustoquio Rodríguez, José Valentín Medina Hernández y Pascual Sangronis, dan vida en 1986, a “Los Salveros de San Hilario”, declarados por el Gobernador Jesús Montilla Aponte, “Patrimonio viviente del estado Falcón”, en junio del 2002.

Hoy, son una agrupación de larga trayectoria dentro de la música tradicional serrana y, en su mayoría, integrada por humildes cultores de más de 70 y 80 años de edad, dirigidos por María de Los Santos, cantautora y excelente tamborera, quien con mucha honra y dignidad, los ha llevado a presentaciones en diversas regiones del territorio nacional, dejando en alto el sentir serrano y el hecho de ser patrimonio viviente y orgullo de Falcón.

Siguiendo los pasos de Tello
María de los Santos Chirinos, es una regia exponente de nuestro folklore, músico autodidacta. Esta salvera, manifestó su orgullo de ser hija de un hombre luchador, con una vida llena de talento y que, “ahí sentado aún sigue en la lucha”.

Recuerda con carisma, que con apenas 17 años, comenzó a seguir los pasos de su padre. La décima “La Arigua”, según refiere el texto “Patrimonio Falconiano”, editado por la Asociación Cultural José Leonardo Chirinos, la inicio en el canto de Salves para posteriormente formar parte del Grupo Cabure durante la I Feria de la Urupagua.